jueves, 19 de abril de 2012

No hay una invitación de salida.

Darte cuenta, te das. Pero sólo hasta que quieres verlo no eres consciente de los hechos. Hay una frase que me ha marcado, de estas que no se van ni aunque las olvides. Verdad verdadera, dirían los anuncios de Yoigo. Esa frase dice algo así:  "A veces esperamos demasiado de otras personas, sólo porque nosotros daríamos todo por ellas" y ya para rematar "No tengas como prioridad a alguien que te tenga solo como opción", de todos modos, estas premisas se olvidan cuando hablamos de querer. No se elige a quién querer.
Soy sumamente predecible hasta para mí, a veces creo firmemente que los grados de alcohol de una copa harán girar algo mi vida, pero apenas cambia ni 15º. Tan absurdo como creer que todos los hombres son iguales. O si no, que se lo digan a los de marketing y sus segmentaciones de mercado, y todos esos estilos de vida  y formas de vivir. Aquí cada uno se monta su vida con sus faltas de ortografía pertinentes, nadie tiene el derecho a decirte quién eres por solo saber tu nombre. Nadie debería tener formados los huevos suficientes para preguntarte por qué eres así, cuando no sabe quién eres. Hay mucho valiente de nombre pero siempre seguido de un cobarde de primer y segundo apellido. Y no sé cómo diablos se pone un punto y final a un texto escrito  a las seis cuarenta y ocho de la mañana.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario